Más recientemente hemos visto casos "soufflé", como el del lino, que cuando se abre la puerta del horno se deshacen solos pero dejan en la cocina olor a intereses de partido. Sabemos que los jueces se manchan las togas con el polvo de los caminos y que los fiscales se limpian el ojete con sus libros de leyes, como cuando deciden esperar a que pasen unas elecciones antes de actuar para no perjudicar los intereses socialistas. También hemos retransmitido, en directo y por televisión, la bronca de la Vicepresidenta de nuestro desgobierno a la presidenta del Constitucional, el tribunal que no quiere opinar sobre el estatuto catalán.
Prometía Rodríguez, el mesías progre, que él iba a ampliar nuestros derechos. Pues Rodríguez, yo prefiero menos derechos y más Justicia. Llevo treinta años oyendo lemas acerca de una justicia más democrática. Ignoro si es más democrática pero garantizo que es menos justicia.
La reunión, el conciliábulo de tanto “escopetón” en Torres (Jaén) es la plasmación nítida de una justicia propia de cualquier país totalitario. Hiede a justicia de checa. Apesta.
Necesitamos resucitar a Miguel Miura o a Enrique Jardiel Poncela para que pongan de nuevo de moda el teatro de lo absurdo, para que pongan texto a la patética escena de la montería:
(Se levanta el telón y se ve a unos cazadores dialogando en un paisaje rural)
Escopeta 1
- El jefe quiere detenciones y va a haber detenciones.
Escopeta 2
- Yo pongo los cargos
Escopeta 3
- Yo los juzgo y condeno
Escopeta 4
- Y nuestra prensa y TV airea el escándalo
Escopeta 3
- Y que hay de los casos que atañen los nuestros
Escopeta 4
- Esos casos se pueden tapar
(Todas las escopetas hacen mutis por el fondo del escenario mientras charlan sobre cinegética, flores y esas otras cosas sobre las que se conversa en el campo. Fin de la escena)
Debe renacer esa tradición tan española del teatro de lo absurdo para luchar contra ese subgénero de cine de sombras que pienso llamar spaghetti-tribunal.
Es increíble ver cómo el Sr. Derechitos se esfuerza tanto en conseguir lo mismo que ha procurado toda la izquierda anti-democrática que habitado este planeta: terminar con la Justicia. El socialismo español sigue siendo portador del mismo síndrome siniestro que ha padecido desde su origen y que se resume en no distinguir entre Gobierno, Estado y partido. Su enfermedad se manifiesta en su obsesión por utilizar todos los recursos del Estado contra sus rivales. Su insania consiste en intentar ser la ley, el juez y la parte aunque sea a costa de la sociedad.